He podido ver que el teatro es muy importante para un animador ya que convierte la visita en toda una experiencia.
Aquí os dejo la importancia de estos dos mundos:
TEATRO Y ANIMACIÓN TEATRAL: RELACIONES Y
DIFERENCIAS
|
OBJETO
|
AGENTES
|
DESTINA-TARIOS
|
POLITICA CULTURAL
|
COMUNI-CACIÓN
|
FUNCIONES
|
TEATRO
A R
T E
|
La
obra bien hecha como resultado o producto acabado. Obra=Fin
|
Creadores
(autores,
actores.. )
Críticos
Gestores , agentes teatrales.
|
Público
consumidor.
Receptores
pasivos de objetos culturales
|
Democra-tización
Cultural. Centrada en la Oferta
|
Vertical
Unidi-reccional
|
Selectiva
Creativa
Indivi-dualizadora
|
El teatro constituye una
manifestación de la cultura y como tal
es un reflejo de las diferentes concepciones por las que ha venido
evolucionando ésta. Por ello, para poder
comprobar el camino recorrido por el teatro en
nuestro tiempo, no tenemos sino
que repasar la evolución histórica de las diferentes concepciones y políticas
culturales por las que ha transitado Europa en el siglo que acaba . Como esta
tarea ya la he abordado con mayor detenimiento en otros estudios (Ventosa, 1993. Ventosa, 1996), aquí me voy a limitar a exponer de manera
esquemática la relación estrecha existente entre ambas realidades, hasta llegar a la Animación Teatral
como expresión de la confluencia entre el teatro y una determinada manera de
entender y hacer cultura. Esto lo
podemos ver a partir de una doble dimensión: la
diacrónica o temporal mediante la que percibimos la evolución histórica
de las tres grandes concepciones y políticas culturales aparecidas en nuestro
continente y extendidas al resto de los países democráticos; la flecha del tiempo, en este sentido, ha venido avanzando en la línea de una
progresiva democratización de la Cultura. El
otro gran eje del cuadro es el sincrónico que nos permite analizar
transversalmente cómo se ha ido desarrollando la cultura en cada etapa a partir
de una Concepción determinada,
generadora a su vez de una Política Cultural que se materializa a través de una serie de
acciones concretas que encuentran su expresión correspondiente en una manera
determinada de hacer teatro. Cada nivel, orientado hacia una meta, finalmente,
genera un determinado tipo de participación entre la gente.
Pues bien, con arreglo a estas coordenadas, podemos decir que el teatro ha evolucionado
al compás del progresivo proceso democratizador que se inicia en los países de
nuestro en torno a partir de las dos Grandes Guerras Mundiales. Este periplo
avanza desde una inicial concepción
elitista del teatro fruto de una
concepción patrimonialista de la cultura centrada en el saber. En estas
circunstancias, el teatro se
mantuvo hasta los años 50 como signo de
distinción de las clases privilegiadas de la sociedad, conservando esa marca aristocrática que
arranca del Renacimiento[1] -algo
que no ocurría en las épocas
anteriores con el teatro medieval o el
de nuestro Siglo de Oro, por ejemplo, estrechamente vinculado a la religiosidad y a
la cultura popular (Ruiz Ramón, F.
1981). La influencia posterior de determinadas corrientes progresistas generan
una serie de utopías culturales -Mayo del 68- y pedagógicas -Educación Popular
y Movimiento de la
Escuela Nueva- que junto con otras consecuencias del
desarrollo industrial (aumento del tiempo libre, desarrollo de la industria cultural. . . ) y
democrático, provoca la aparición de una
nueva visión: la democratización de la cultura.
Con ella se trata de difundir al mayor número de gente una cultura que
hasta entonces había estado al alcance de unos pocos, bajo una oferta creciente de productos
culturales. Esto se lleva también al
teatro mediante el fenómeno del llamado teatro
popular (López Mozo, 1976. Pérez Oliva, 1973) concepto bajo el que se
ampara toda una generación de grupos llamados "independientes" y de
base que intentan, bajo una filosofía
democratizadora con tintes paternalistas,
hacer llegar a todo tipo de gente las grandes obras dramáticas del
patrimonio cultural (Coenen-Huther, J.
1977). Las premisas de tal corriente se centran en el intento de acercar el
teatro al pueblo a través de determinados procedimientos tomados de la difusión
cultural, tales como la organización de
itinerarios y certámenes por pueblos y en espacios al aire libre, adaptación de clásicos y subvención de
espectáculos públicos. Los pobres resultados que con este sistema se
consiguieron, pronto desvelaron que el
acceso a la cultura no es sólo cuestión de medios y no es, por tanto,
lo cuantitativo lo decisivo, esto
es, generalizar la cultura de
élite, popularizar la llamada Alta
Cultura. Esto no es suficiente si la actitud de la gente sigue siendo la misma:
pasiva y consumista. Esta situación frustrante y de fracaso fuerza a dar un
paso más en la maduración y desarrollo cultural de la comunidad. La gente
difícilmente se implicará en la cultura si antes no está motivada para ello.
Esta motivación vendrá de la mano de una nueva concepción de la cultura
entendida no ya como SABER o TENER sino
sobre todo como SER.
"Cultura no es solamente la
explicación del mundo que nos rodea,
sino el desarrollo de una sensibilidad (. . . )Realmente ser culto exige
no solamente haber desarrollado el conocimiento, sino también la sensibilidad " (Anaya,
G. , tomado de Viché, M. 1999:7).
De este modo, con la llegada de los 80 se pasa de la
democratización de la cultura a la democracia cultural, en donde
la cultura deja de ser únicamente conocimiento y objeto de consumo para
convertirse en un estilo de vida, ámbito
de realización personal y colectiva al que todo el mundo está llamado. La estrategia para conseguir esta meta será la Animación Sociocultural la cual,
al ser de naturaleza metodológica y procedimental necesita aplicarse a
través de las diferentes expresiones y recursos culturales; el teatro entre
todos ellos, pronto empieza a
manifestarse como uno de los más eficaces aliados de este nuevo modelo de
intervención. El movimiento del teatro
popular deja paso a la animación teatral. Del
"teatro para todos" se pasa al "teatro por todos",
es lo que otros llamarán la etapa de la intervención teatral (Motos, T. , 1996), parafraseando a Augusto Boal (1974):"
todo el mundo puede hacer teatro,
incluso los actores. . . se puede hacer teatro en todas partes, incluso en los teatros".
El teatro, percibido bajo la
óptica de la animación, asume una nueva
dimensión que será justificada con
argumentos como los de Coenen-Huther (1977:7):
"Para los adeptos del
teatro de animación, el teatro popular
está consagrado al fracaso porque se basa en premisas falsas. La gran masa no
participará nunca en las "fiestas ceremoniosas" que se organizan para
ella porque no le conciernen.
Para los grupos del teatro de
animación es necesario, pues, dejar de imponer a todos la cultura de una
élite. . .
El imperialismo cultural debe
dejar sitio a la democracia cultural en la cual cada uno podrá desarrollar
libremente su propia concepción del mundo".
[1] Algunos van incluso más
lejos afirmando que este proceso de "despopularización" del teatro
arranca desde mediados del siglo XVI "cuando el teatro fue sacado de las
calles y encerrado en los salones" (López Mozo, J. , 1976:10).
REBE :)