miércoles, 19 de febrero de 2014

¡Hola compañeros! ¿Cómo van esas practicas? Espero que todo bien. Yo he estado viendo algunos programas de teatro, porque en el IMC es muy importante observar para aprender.
He podido ver que el teatro es muy importante para un animador ya que convierte la visita en toda una experiencia.
Aquí os dejo la importancia de estos dos mundos:



TEATRO Y ANIMACIÓN TEATRAL: RELACIONES Y DIFERENCIAS



OBJETO
AGENTES
DESTINA-TARIOS
POLITICA CULTURAL
COMUNI-CACIÓN
FUNCIONES
TEATRO


A  R  T  E


La obra bien hecha como resultado o producto acabado. Obra=Fin


  Creadores
(autores, actores.. )
Críticos
Gestores , agentes teatrales.

Público consumidor.
Receptores pasivos de objetos culturales


Democra-tización Cultural. Centrada en la Oferta



Vertical
Unidi-reccional


Selectiva
Creativa
Indivi-dualizadora




El teatro constituye una manifestación de la cultura y como tal  es un reflejo de las diferentes concepciones por las que ha venido evolucionando ésta. Por ello,  para poder comprobar el camino recorrido por el teatro en  nuestro tiempo,  no tenemos sino que repasar la evolución histórica de las diferentes concepciones y políticas culturales por las que ha transitado Europa en el siglo que acaba . Como esta tarea ya la he abordado con mayor detenimiento en otros estudios  (Ventosa, 1993. Ventosa, 1996),  aquí me voy a limitar a exponer de manera esquemática la relación estrecha existente entre ambas realidades,  hasta llegar a la Animación Teatral como expresión de la confluencia entre el teatro y una determinada manera de entender y hacer cultura.  Esto lo podemos ver a partir de una doble dimensión: la  diacrónica o temporal mediante la que percibimos la evolución histórica de las tres grandes concepciones y políticas culturales aparecidas en nuestro continente y extendidas al resto de los países democráticos;  la flecha del tiempo,  en este sentido,  ha venido avanzando en la línea de una progresiva democratización de la Cultura.  El otro gran eje del cuadro es el sincrónico que nos permite analizar transversalmente cómo se ha ido desarrollando la cultura en cada etapa a partir de una Concepción determinada,  generadora a su vez de una Política Cultural  que se materializa a través de una serie de acciones concretas que encuentran su expresión correspondiente en una manera determinada de hacer teatro. Cada nivel, orientado hacia una meta,  finalmente,  genera un determinado tipo de participación entre la gente.
Pues bien,  con arreglo a estas coordenadas,  podemos decir que el teatro ha evolucionado al compás del progresivo proceso democratizador que se inicia en los países de nuestro en torno a partir de las dos Grandes Guerras Mundiales. Este periplo avanza desde una inicial concepción  elitista  del teatro fruto de una concepción patrimonialista de la cultura centrada en el saber. En estas circunstancias,  el teatro se mantuvo  hasta los años 50 como signo de distinción de las clases privilegiadas de la sociedad,  conservando esa marca aristocrática que arranca del Renacimiento[1] -algo que no ocurría en las  épocas anteriores  con el teatro medieval o el de nuestro Siglo de Oro,  por ejemplo,  estrechamente vinculado a la religiosidad y a la cultura popular  (Ruiz Ramón, F. 1981). La influencia posterior de determinadas corrientes progresistas generan una serie de utopías culturales -Mayo del 68- y pedagógicas -Educación Popular y Movimiento de la Escuela Nueva- que junto con otras consecuencias del desarrollo industrial (aumento del tiempo libre,  desarrollo de la industria cultural. . . ) y democrático,  provoca la aparición de una nueva visión: la democratización de la cultura.  Con ella se trata de difundir al mayor número de gente una cultura que hasta entonces había estado al alcance de unos pocos,  bajo una oferta creciente de productos culturales.  Esto se lleva también al teatro mediante el fenómeno del llamado teatro popular (López Mozo, 1976. Pérez Oliva, 1973) concepto bajo el que se ampara toda una generación de grupos llamados "independientes" y de base que intentan,  bajo una filosofía democratizadora con tintes paternalistas,  hacer llegar a todo tipo de gente las grandes obras dramáticas del patrimonio  cultural (Coenen-Huther, J. 1977). Las premisas de tal corriente se centran en el intento de acercar el teatro al pueblo a través de determinados procedimientos tomados de la difusión cultural,  tales como la organización de itinerarios y certámenes por pueblos y en espacios al aire libre,  adaptación de clásicos y subvención de espectáculos públicos. Los pobres resultados que con este sistema se consiguieron,  pronto desvelaron que el acceso a la cultura no es sólo cuestión de medios y no es,  por tanto,  lo cuantitativo lo decisivo,  esto es,  generalizar la cultura de élite,  popularizar la llamada Alta Cultura. Esto no es suficiente si la actitud de la gente sigue siendo la misma: pasiva y consumista. Esta situación frustrante y de fracaso fuerza a dar un paso más en la maduración y desarrollo cultural de la comunidad. La gente difícilmente se implicará en la cultura si antes no está motivada para ello. Esta motivación vendrá de la mano de una nueva concepción de la cultura entendida no ya como SABER  o TENER sino sobre todo como SER.
"Cultura no es solamente la explicación del mundo que nos rodea,  sino el desarrollo de una sensibilidad (. . . )Realmente ser culto exige no solamente haber desarrollado el conocimiento,  sino también la sensibilidad " (Anaya, G. , tomado de Viché, M.  1999:7).
De este modo,  con la llegada de los 80 se pasa de la democratización de la cultura a la democracia cultural,  en donde  la cultura deja de ser únicamente conocimiento y objeto de consumo para convertirse en un estilo de vida,  ámbito de realización personal y colectiva al que todo el mundo está llamado.  La estrategia para conseguir esta meta será la Animación Sociocultural  la cual,  al ser de naturaleza metodológica y procedimental necesita aplicarse a través de las diferentes expresiones y recursos culturales; el teatro entre todos ellos,  pronto empieza a manifestarse como uno de los más eficaces aliados de este nuevo modelo de intervención.  El movimiento del teatro popular deja paso a la animación teatral. Del  "teatro para todos" se pasa al "teatro por todos",  es lo que otros llamarán la etapa de la intervención teatral (Motos, T. , 1996),  parafraseando a Augusto Boal (1974):" todo el mundo puede hacer teatro,  incluso los actores. . . se puede hacer teatro en todas partes,  incluso en los teatros".
El teatro, percibido bajo la óptica de la animación,  asume una nueva dimensión  que será justificada con argumentos como los de Coenen-Huther (1977:7):

"Para los adeptos del teatro de animación,  el teatro popular está consagrado al fracaso porque se basa en premisas falsas. La gran masa no participará nunca en las "fiestas ceremoniosas" que se organizan para ella porque no le conciernen.
Para los grupos del teatro de animación es necesario,  pues,  dejar de imponer a todos la cultura de una élite. . .
El imperialismo cultural debe dejar sitio a la democracia cultural en la cual cada uno podrá desarrollar libremente su propia concepción del mundo".



[1] Algunos van incluso más lejos afirmando que este proceso de "despopularización" del teatro arranca desde mediados del siglo XVI "cuando el teatro fue sacado de las calles y encerrado en los salones" (López Mozo, J. , 1976:10).
 


REBE :)

3 comentarios:

  1. La verdad que me parece muy bien y muy importante lo que has puesto en esta entrada, porque así la gente diferencia un poco más tu labor en prácticas.
    Aún así, no metería tanto texto ya que resulta un poco pesado de leer.
    Un saludo, Sara.

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  2. Me parece muy interesante eta entrada, ya que a mi personalmente me gusta mucho el mundo del teatro.
    Helea

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  3. Tienes razón, es demasiado largo, a la próxima vez acorto más el texto. De todas formas me alegro de que lo hayáis leído, la verdad es que es bastante interesante, sobre todo si os interesa el mundo del teatro. Ahora mismo estoy con barias ideas en a cabeza para hacer programas teatrales.

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